miércoles, 8 de agosto de 2012

Algunas impresiones insomnes



Con lo poco que he vivido, he querido absorber vidas que no me pertenecen, vidas de nadie, o de todos: ficción. Plantearme sus preguntas, aprender de sus respuestas o generar un sentimiento de rechazo hacia ellas, depende de qué me encuentre.


En este intento de aprender sobre la vida, gracias a las diferentes artes he aprendido que el amor no es perfecto, que nunca cursa como uno quiere, que los enamorados pueden cambiar de prioridades (Annie Hall,) y que no existe el príncipe o la princesa que nos sacará de nuestro adormecimiento y nos pondrá encima de su caballo de Ralph Lauren: Somos torpes, tardamos en darnos cuenta de nuestros sentimientos, muchas veces metemos la pata, y debemos pedir perdón, e incluso perdonar, y todo esto puede suceder en una ciudad bella (Manhattan.)


La relación es la tensión de una cuerda que se sostiene gracias a la fuerza de dos amantes, ambos en un extremo. Unas veces la cuerda es sostenida únicamente gracias al empuje de un amante, que más que por gusto, cae por cansancio, y esa fuerza, ese esfuerzo, va moviéndose entre los dos cuerpos. Ya se sabe lo que ocurre cuando esa energía se estanca solo en uno, también se sabe lo que ocurre cuando los dos, correctamente, tiran de la cuerda. Que aún así hay riesgo de que se rompa. Hay cláusulas que firmamos al empezar una relación, casi sin darnos cuenta: debemos obligar a querer y en otros momentos, ser obligados a hacer esto mismo (Corazón tan blanco.)


Quizá puedo parecer cursi haciendo planteamientos amorosos, así que pasando a un tema más frívolo, hablemos de dinero y de valores, podemos hacerlo con Belén Gopegui en La Conquista del Aire, y comprobar si el dinero es realmente importante o no, o con el idealismo de Frank Capra en ¡Qué bello es vivir! No solo dinero, también está el poder, la comunicación, y qué nos quiere revelar la cámara, Ciudadano Kane de Orson Welles.


A medida que he ido formulando estas cuestiones, me he encontrado con que nuestra sociedad está entrando en una anorexia cultural, cada vez ingerimos menos, incluso nos vemos mejor sin ella porque se agrupa junto a lo petulante. Cultura a secas, no cultura popular, claro. Ahora la intelectualidad va asociada a la pedantería. Lo dicho, para comprender algo la vida, quizá no solo hace falta vivirla, si no hacerlo con muchas preocupaciones, y con gran curiosidad.